Por: Gianfranco Languasco
Diseño e ilustraciónes: Damian Balderrama
No estar conforme es parte de la naturaleza humana. Sin embargo, esta a veces te pone en situaciones curiosas. Un hombre siente que el mundo la mira como una mujer y que su propio cuerpo lo traiciona. ¿Cuántas cosas debe pasar un trángenero para sentirse agusto consigo mismo?
Él me aprieta la mano. Es firme. Además, me golpea la espalda. Así me da la bienvenida. El cabello bien corto, la camisa holgada y jeans cómodos. Estamos en casa de su madre y hay dos santos de yeso en la pared y uno en el piso.
“Mi familia es muy católica,” me dice y antes de que le pueda decir algo, complementa: “siempre me apoyaron en todo”. Entonces, camina sin pretensión alrededor de la sala. Me ofrece algo de beber. Estira las piernas al sentarse y se rasca la barba. Le pregunto si alguna vez besó a alguien como forma de saludo pero me dice que no, nunca lo hizo y seguramente se sentiría incómodo al hacerlo.
Cuesta pensar que él fue antes ella, que sus padres le compraban vestidos ceñidos de colores llamativos en vez de los grises pantalones y camisas que ahora usa.
-¿Aún tienes fotos tuyas de antes?
-Sí.
-Cuando eras mujer, me refiero…
-Mi mamá debe tener algunos álbums de fotos…
-Pero, personalmente, ¿tú las guardas?
-No.
-¿Te da vergüenza?
-No.
-¿Entonces?-Es un pasado que prefiero dejar ahí.
EL SER
Élla es ahora él. Con todas sus letras, con una confianza que no desea recordar, manifestandoze en un apretón de manos inicial y respuestas directas. Muchas cosas del pasado pueden perseguir a cualquier persona. Pero él, con 36 años y nacido en El Paso, siente que hay algo que perder.
-Lo último que quisiera es que me identifiquen solo como un transgénero. Yo soy mucho más que eso.
Por eso, él ha decidido darme esta entrevista en anónimo y, por eso también, a él lo llamaremos “Mario” por hoy.
Muy pocas personas identificadas bajo el grupo denominado LGTB aceptan sobreexponer abiertamente su vida, especialmente con un extraño que les pone una grabadora enfrente. Al menos tres de ellos, entre pre-operados y post-operación, rechazaron colaborar en este artículo. Sin embargo, este problema parece ir más allá de un asunto de privacidad.
De acuerdo con un estudio de la Escuela de Medicina de la Universidad de Michigan, el 61 por ciento de mujeres en este estado identificadas como lesbianas se sienten incapaces de hablar sobre sus orientaciones sexuales frente a los doctores. Eso deja fuera el historial clínico que es importante. La cifra es muy similar en cuestión de transgéneros y bisexuales.
Mario pasó por una situación similar. En la niñez, siendo él aún ella, ya sentía que estaba en el cuerpo incorrecto. Rechazaba los vestidos que le compraban sus padres hasta el punto de pelearse por vestir como Mario quería. Era un sentimiento de molestia. Hubo días en los que se iba a dormir llorando, deseando que al día siguiente pudiera despertar convertido en hombre. Entonces se vestía de forma masculina, como “tomboy” y se guardó los sentimientos hasta que salió del clóset a los 17 años. Había descubierto que le gustaban las mujeres. Aun asi, no se relacionaba como lesbiana. La confusión se le hizo mayor. Si no era homosexual, entonces ¿qué era?
EL NO SER
Para Mario, quien nació y creció en un hogar protector, intentar entender lo que le pasaba era enredarse más en una telaraña. No sentía que su cuerpo andaba acorde con su mente. Desde su primera menstruación, sintió que su propio organismo le traicionaba. Regresaba de la escuela solo para echarse a llorar a solas en su habitación. Hubo un momento en que tuvo que aceptar esa condición y vivir como lo que era: un hombre nacido mujer. Ya era 1996 y Mario conocería el Internet y, con ello, un espejo donde mirarse.
“Encontré un caso muy parecido al mío y me sentí identificado. Descubrí que hay un tratamiento hormonal que podían hacerme sentir como hombre. Incluso intervenciones quirúrgicas experimentales. Fue todo una revelación”. Me lo cuenta como si todavía estuviera sorprendido de eso, aún cuando ha pasado ya casi 20 años. En ese entonces, se lo contó primero a su hermana gemela. Luego a sus padres y, finalmente, a algunos familiares cercanos. Vuelvo a mirar los santos de yeso y Mario no duda en remarcarmeló: “mis padres siempre me apoyaron en todo”, dice acomodandoze holgadamente en la silla.
La de Michigan es solo una de casi 70 universidades a nivel nacional en donde se pueden realizar operaciones de cambio de género bajo el seguro médico para estudiantes. Adicionalmente, hay alrededor de veinte universidades que cubren solo tratamientos hormonales para universitarios identificados en el grupo LGTB. Sin embargo, los requerimientos son amplios y necesarios.
Una de las universidades que ofrece estos beneficios es la de Arizona. Entre sus requerimientos para una mastectomía (remoción de las mamas) están cartas de un profesional en salud mental, una documentación minuciosa de su insatisfacción con su género y ser mayor de edad, entre otros. Además, no es requisito indispensable tomar hormonas, lo cual sí es necesario en intervenciones como la histerectomía.
Para una persona que nunca tuvo real interés en salir con otros chicos, Mario no tuvo que pensarlo dos veces. Siempre tuvo clara su orientación sexual y, una vez que supo que era posible, decidió hacerlo. Se mudó a Michigan por una oferta laboral y descubrió los tratamientos que ofrecía la Universidad de Michigan a través de su novia en aquel momento. Comenzó en el 2005, tomando testosterona. Su voz se puso grave. Su cuerpo fue cambiando. Sus emociones eran cada vez menos frecuentes. Hoy ya tiene barba y luce ese rasgo de masculinidad a gusto.
Mario se practicó una mastectomía en California con un doctor privado. Me cuenta que gastó cerca de 10 mil dólares. Una cifra altísima si tenemos en cuenta que, de acuerdo a la National Transgender Discrimination Survey, 15 por ciento de personas tránsgenero reportaron tener ingresos de 10 mil dólares o menos. Y solo hablamos de la intervención más simple. Una histerectomía o una reconstrucción genital podría tener un precio de 40 mil dólares, al menos.
En parte por el dinero, Mario no tiene apuro en remover completamente sus genitales femeninos. Las operaciones aún están en fase experimental y, mientras ahorra dinero, prefiere esperar a que las perfeccionen. Y prefiere esperar a ver hacia dónde va su relación.
−Siempre quise formar una familia.
−¿Quieres casarte?
−No, eso no es imprescindible para mi.
−¿Tener hijos?
−Me gustaría. Me gustaría tener hijos.
Y quizá esa es su principal preocupación ahora. Un transexual no solo se caracteriza por la transición de un género hacia el otro, sino también porque suelen buscar parejas heterosexuales.
La actual novia de Mario es heterosexual y ella espera formar también una familia junto a él. Sin embargo, los cuestionamientos no vienen de parte de ella sino de él mismo, que si podrá sobrellevar la situación y finalmente ser el hombre que él quiere ser.
Al menos, los primeros pasos ya los ha dado.
In Brief
Do you have any photos of you from before?
Yes.
Of when you were a woman, I clarify.
My mom should have some photo albums.
But you, personally, do you save any?
No.
Does it embarrass you?
No.
Then?
That’s the past. I prefer to leave it there.
For 36-year-old “Mario,” the name chosen to keep his identity anonymous, there is a lot to lose. “The last thing I want is to be identified as transgender. I’m much more than that,” he says. It is for that reason that he agrees to speak to Minero Magazine.
Not many people who identify as LGBT enjoy talking to someone with a recorder in front of them. At least three of them, who are between pre and post-operations, refused to participate in this
article, but this seems to be a bigger issue than privacy.
The University of Michigan School of Medicine released a study that says 61 percent of women in Texas who identify as lesbians don’t feel comfortable talking to doctors about their sexual orientation, which leaves out a lot of their health history. This is similar to what a lot of transgender and bisexual people have to go through.
Mario is one of them. As a little girl, he already felt he was in the wrong body. He hated dresses. He often went to bed crying and wishing he would wake up transformed into a man. He began dressing more masculine and was labeled a tomboy. But at 17 years old, he came out of the closet. He discovered that he was attracted to women, yet he didn’t identify as a lesbian. In 1996, he discovered hormonal treatments.
The University of Michigan is one of about 60 universities around the
country that conduct sex change procedures. Additionally, there are around 20 universities that focus solely on hormonal treatments.
Mario began his treatment in Michigan in 2005. His voice, body and emotions changed. Now he has a beard and other masculine traits.
He received a double mastectomy in California through a private doctor, which cost him close to $10,000. Some procedures cost more. The National Transgender Discrimination Survey reports that 15 percent of transgender people have an income of $10,000 or less.
Mario and his girlfriend hope to have a family one day.
At least for now, he’s taken
the first steps.