Artículo por Aaron Montes y Edwin Delgado
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Murales que representan a César Chávez, rostros de inmigrantes que se establecieron en El Paso e imágenes de la Virgen María se pueden encontrar en muchos de los callejones del centro de la ciudad. Cada mural no solo representa la vibrante cultura de una ciudad que ha tenido un papel histórico en los Estados Unidos, sino también captura el conflicto en el que viven más de 50 millones de personas en el país.
Datos del censo más reciente indican que El Paso es una de las ciudades más pobres del estado de Texas. Entre 2010 y 2012, un 25 por ciento de la población paseña vivía en condiciones de pobreza, comparado al 17 por ciento en el resto del estado.
El Segundo Barrio, cómo se le conoce en El Paso, es una de las comunidades más pobres del condado. Actualmente 63 por ciento de sus habitantes viven debajo del índice de pobreza.
El centro de la ciudad y el Segundo Barrio son el núcleo de la escena artística paseña. Es ahí donde los artistas no solo se expresan a través de su obra, sino también expresan sus sentimientos, historias y experiencias.
“Yo crecí en el Segundo Barrio y crecí en medio de mucha violencia”, dice Beatriz Cruz de León, estudiante de cuarto año de diseño gráfico. “No era un buen entorno, pero me crié alrededor de el”.
La pintura y el arte han sido parte de la vida de Beatriz desde que tenía 7 años de edad. Su vida estaba
rodeada por un entorno colorido, pero también enmarcada en la pobreza, la violencia y las guerras territoriales entre pandillas.
Al salir de su casa cada día, Beatriz admiraba los coloridos murales pintados en las paredes de diversos edificios. En muchos casos, los murales representaban pandillas, pero también algunos llamaron su atención con su ingenioso simbolismo.
Para mantenerla fuera de problemas, los padres de Beatriz la inscribieron en un progama de arte llamado Creative Kids (Niños Creativos), una organización sin fines de lucro que enseña arte a niños provenientes de familias de escasos recursos. Este programa fue reconocido el 22 de noviembre de 2013 con el premio del programa juvenil del Comité Presidencial para las Artes y Humanidades y les fue otorgado por la primera dama Michelle Obama.
A través de este programa, Beatriz aprendió a dibujar y pintar. Ella dice que le hacía sentir bien el tener a alguien que le dijera que tenía talento y que iba a lograr algo en su vida. A través de sus obras, Beatriz busca darle un mayor significado a la sociedad y utiliza el arte como una forma de expresión.
Jorge Murillo, estudiante de cuarto año de arte, también creció en el Segundo Barrio, donde el arte callejero es la forma para predominante de expresión, además de ser una influencia imporante él. En su camino a la escuela o a la iglesia, Jorge siempre estuvo expuesto a las muestras artísticas que se encuentran en el área. Dice que desde que estaba en el segundo grado y hasta que se inscribió en UTEP, supo que quería dedicar el resto de su vida al arte.
“Mis padres siempre me alentaron para seguir haciendo arte”, dice Jorge. “Al llegar aquí, mi experiencia mejoró mucho con los profesores y otros artistas que he conocido y me han ayudado”. Jorge dice que el estar expuesto al arte y vivir en la frontera entre El Paso y Ciudad Juárez, fortaleció su vocación, la cual describe como un llamado.
Ya en UTEP, Beatriz y Jorge se dieron cuenta de que no había buenas oportunidades para los jóvenes para exhibir su trabajo. Con frecuencia, los estudiantes exhiben su trabajo en cafés y bares, pero Beatriz y Jorge querían ayudar a otros estudiantes a mostrar sus obras de manera profesional en una galería. Así fue cómo a principios del 2013 formaron Maximo Art Society (Sociedad de Arte Máximo), la cual se encuentra en el Centro de las Artes Visuales Gerald and Stanlee Rubin en UTEP.
La sociedad es dirigida por estudiantes que se proponen establecer redes creativas entre los jóvenes artistas en UTEP y la comunidad al alojar galerias y participar en eventos como “Chalk The Block”.
En el pasado, la mejor opción para mostrar el trabajo de los estudiantes era a través del Centro Rubin, en dónde artistas locales e internacionales exhiben sus obras. Ahí se muestran obras contemporáneas, incluyendo dibujos, pinturas, esculturas, proyectos con audio y video. Muchas de las obras reflejan la impresión que tienen los artistas de vivir en la frontera entre México y Estados Unidos.
Kerri Doyle, directora del Centro Rubin, dice que ella y otros miembros del centro están tratando de apoyar el desarrollo de artistas emergentes en El Paso y Ciudad Juárez. “Hay muchos artistas jóvenes que utilizan su arte para señalar conflictos sociales y políticos y cambiar el mundo que los rodea”, dice Doyle. “Ellos hacen murales, proyectos conjuntos de arte, incluso interpretaciones de arte contemporáneo para llamar la atención a problemas en la region fronteriza como pobreza, violencia y problemas de identidad en la frontera”.
Doyle también trabaja con artistas en el Colegio de la Frontera Norte en Ciudad Juárez, un centro de investigación que estudia la importancia de cuestiones regionales, socioeconómicos, culturales, geográficos, políticos y ambientales.
Artistas como Estefania Robles Conde, estudiante de cuarto año de arte, dice que El Paso necesita un enfoque más serio en cuanto a galerías de arte y está satisfecha con el esfuerzo que la sociedad artística está haciendo.
“Yo soy una de esas personas que quiere una escena artística seria aquí en El Paso, porque hay bares y cafés que te permiten mostrar tu trabajo, pero termina siendo más una fiesta que una exhibición”, dice Estefania. “La sociedad de arte está enfocada en apoyar a artistas en formar un curriculum, hacer contactos y conocer gente involucrada en la escena artística”.
La naturaleza y diversidad de la ciudad han sido la inspiración para muchos artistas locales para perseguir el arte, no para vivir de ello, pero más que nada se han convertido en una herramienta para expresarse y comunicarse.
Su dedicación hacia al arte ha dado frutos para Beatriz, ya que ella se graduará de UTEP en mayo de 2014. Ella planea continuar estudiando y anhela que se le abra una oportunidad de ir a Barcelona, España, donde podría experimentar una escena artística tan importante como la de otras grandes ciudades como Nueva York.
Su futuro la tiene emocionada, pero dice que siempre se mantendrá humilde y siempre recordará de dónde vino.
“Puedo decir orgullosamente que crecí en Segundo Barrio. No me da pena, me hizo quién soy ahora”, dice Beatriz. “De alguna forma, me hizo darme cuenta que no se trata de lo que un posee, por que cuando creces sin nada, aprendes a apreciar tus logros aún más y te hace sentir un gran orgullo por lo que has logrado”.