Por Andrés Rodríguez
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Acaba de empezar el año escolar y Zachalyn Elizares se está mudando a Hawaii. Su hija se niega a regresar a Andress High School así que ella y su hermano ya se encuentran allá, mientras Zachalyn sigue en El Paso encargándose de los últimos detalles de la mudanza.
Hace tres meses que su hijo, Brandon, de 16 años se suicidó, y Zachalyn espera fuera de la sala principal en Desert View United Church of Christ, donde la organización Parents, Family and Friends of Lesbians and Gays (PFLAG) que agrupa a familiares y amigos de personas que se identifican fuera de la heterosexualidad en El Paso, se reúne una vez al mes, y donde después de la sesión hablará sobre su experiencia como madre de un hijo que fue acosado.
“A los jóvenes los molestan por todo tipo de cosas, pero a mi hijo lo molestaron por ser gay”, dice Zachalyn antes de subirse a hablar—su hijo fue acosado por sus compañeros por al menos dos años en las preparatorias Andress y Chapin al haber revelado su orientación sexual en el 2010. “No lo molestaron porque tenía zapatos que a alguien más no le gustaban…y eso es una diferencia muy clara”.
Zachalyn Elizares habla sobre el acoso de su hijo, Brandon.
De acuerdo a la National Youth Association, el bullying, o el acoso, es de dos a tres veces más probable en la comunidad lesbiana, gay, bisexual y transgénero que en individuos heterosexuales.
Brandon se suicidó el 2 de junio en su casa en el noreste de la ciudad, después de que su agresor lo retara a una pelea la próxima semana. Pero su madre dice que el acoso fue algo constante que afectó a Brandon, aunque no siempre lo demostraba. “Claramente tenía problemas, pero el problema fue que en el tiempo que falleció parecía feliz en todos los sentidos. A sus terapeutas, sus consejeros y todas las fuentes exteriores les parecía feliz”, dice Zachalyn.
Después de la muerte de Brandon, PFLAG se involucró en el caso y al descubrir que el suicidio fue a causa del acoso, formularon un plan para imponer procedimientos que previenen el acoso en las escuelas. “Durante el verano, la familia de Brandon, PFLAG y parte del consejo escolar del distrito de El Paso trabajaron cerca en el desarrollo de una nueva política anti-bullying y esa política incluía jóvenes LGBT”, dice Daniel Rollings, presidente de PFLAG El Paso. “Antes de esto, nunca los mencionaban por nombre…ahora específicamente no pueden acosar a alguien basado en su orientación, o su identidad sexual y no es solo la identidad actual sino también la identidad percibida”.
Rollings dice que tres cuartas partes de los casos de acoso en El Paso son dirigidos contra la comunidad LGBT. Por eso, agrega, PFLAG se dedica a organizar grupos de apoyo que se enfocan en alianzas entre gays y heterosexuales en escuelas, transgéneros y apoyo a la comunidad bilingüe en temas LGBT.
Para algunos, el acoso proviene de múltiples agresores, tanto en el salón como en la casa. Para Jessica García, por ejemplo, el bullying significa dos cosas—el acoso que recibió por parte de un compañero en la preparatoria y el acoso que recibió por parte de su madre después de haberle dicho que es lesbiana.
Jessica, estudiante de cuarto año en psicología en la Universidad de Texas en El Paso, y su acosador, Abraham, vivían en el mismo complejo de apartamentos, iban a la misma escuela y compartían los mismos amigos.“Recuerdo que odiaba caminar a casa”, dice Jessica, quien en ese entonces tenía 15 años. “El me perseguía a la casa y empezaba a insultarme desde que sonaba la campana en la escuela hasta la casa, que tomaba como 20 minutos. Siempre me decía dyke, marimacho y otros insultos degradantes a alguien gay—y yo ni siquiera sabía que significaban esos insultos”.
Jessica estima que fue acosada por siete u ocho meses por su compañero de Riverside High School. Sin embargo nunca pidió ayuda por temor de ser rechazada por sus amigos y familia.
Cansada de los insultos y la intimidación, Jessica se enfrentó con Abraham. “Llegué a un punto en el que dije que ya era suficiente, este tipo me está cambiando la vida. Siento que me estoy aislando porque le tengo miedo…Le dije que dejara de decirme esas cosas”, dice Jessica. “Francamente, pensé que me iba a golpear, porque había escuchado que golpeaba a su novia, pero como que se lo sacudió, se río un poco y los insultos pararon después”.
Aunque el acoso no pasó a mayores, Jessica dice que el bullying tiene que ser tomado más en serio. “La gente no se da cuenta de qué tan mal puede impactar eso a alguien. Qué tan mal te puede hacer sentir, hacerte sentir avergonzada de cómo te vez. Como que quieres esconderlo y suprimirlo”, dice Jessica. “Puede ser algo desgarrador, especialmente cuando estás a esa edad, cuando eres un joven y estás tratando de descubrir quién eres”.
Luego, después de decirle a su madre sobre su orientación sexual, Jessica dice haber sido rechazada por ella; le dijo que tenía que irse de la casa después de haber fracasado en volverla heterosexual. “Me fui de un lugar a otro hasta cumplir los 18. Me conseguí un trabajo y empecé la universidad. No estaba motivada para estar allí porque caí en una depresión profunda”, dice Jessica. “Casi todo lo que hice lo tuve que hacer sola. Tuve que tomar mis propias decisiones, tuve que ser fuerte sola… No tuve otra opción”.
Jessica Garcia cree que se puede hacer más para prevenir el bullying.
Del mismo modo Elizabeth Polinsky fue rechazada por su iglesia. Con el argumento de que era emocionalmente inestable, Elizabeth fue despedida de su trabajo como pastora juvenil de dos años, después de que uno de los padres del grupo juvenil la vio en Target besando en la mejilla a su novio transgénero.
“El pastor habló conmigo y me dijo que sabía sobre mi novio”, dice la estudiante de cuarto año de lingüística en UTEP, quien entonces salía con una mujer en transición a varón. “Me dijo que ya no tenía permiso de pasar más tiempo con mi grupo juvenil”.
Sin embargo, no fue despedida inmediatamente; en lugar de eso, su iglesia la ocupó en tareas administrativas y con reuniones con individuos para tratar, lo que dice Elizabeth ellos creían, un trauma.
“Creían que había tenido experiencias horribles con hombres y que por eso me podría atraer alguien que es transgénero. No podían decidir si era lesbiana o no, y en realidad no importaba lo que yo tenía que decir, ellos solo me dijeron que era lesbiana y que no me deberían atraer las mujeres”, dice Elizabeth.
Mientras asistía a las sesiones de oración, Elizabeth tomó un retiro médico de la universidad porque dice que no podía funcionar en clase, después comenzó a pensar en el suicidio al ver que su comunidad en la iglesia se volvió en su contra. “Es difícil cuando has estado con una iglesia por tanto tiempo y tienes amistades cercanas con ellos y que se vuelvan contra ti”, dice Elizabeth. “Me decían que en realidad no era cristiana, aunque haya estado allí todo ese tiempo”.
Elizabeth empezó a ir con consejeros para tratar su depresión porque dice que le asustaba pensar en el suicidio. Ahora, dos años después, trabajando para Miner Rainbow Inititative, una organización universitaria dedicada a crear un ambiente seguro y de aceptación para la comunidad gay en UTEP, Elizabeth considera sus experiencias como acoso. “No se que otra cosa pudiera ser”, dice. Además cree que el acoso contra la comunidad LGBT radica en lugares conservadores como iglesias y se perpetua por la falta de gente que, como ella, se alejan y no regresan a educar a quienes se oponen a su estilo de vida.
Elizabeth Polinsky habla sobre porque decidió quedarse en la iglesia antes de que la corrieran.
Apoyo en la comunidad
La Coalición Anti-Bullying de La Oficina del Sheriff del Condado y PFLAG llevan a cabo programas para lidiar con el bullying. El verano pasado, PFLAG puso en marcha una pasantía en colaboración con el programa de trabajo social en UTEP para dar clases en escuelas sobre zonas seguras, además de llevar a cabo tres grupos de apoyo en diferentes puntos de la ciudad.
Alexis Alvarez, estudiante de cuarto año en trabajo social en UTEP, es una de las tres pasantes que forman parte de la colaboración. Ella se encarga del grupo de apoyo a transgéneros que se reúne una vez por mes. Alexis dice que su objetivo es construir una comunidad para individuos transgéneros porque eso les falta en El Paso. Además, Alexis y sus compañeras pasantes trabajan en un proyecto para asignar zonas seguras, o safe zones. “El proyecto de zonas seguras esta hecho en memoria de Brandon Elizares”, dice Alexis. “Las tres pasantes organizamos una presentación en el distrito escolar de El Paso para todos sus maestros y personal, y es como capacitación sobre el bullying, por qué es importante y cómo evitarlo”. El proyecto fue implementado en el distrito escolar de El Paso, pero las pasantes esperan poder incrementar su alcance a otras escuelas.
Roxana Romero, estudiante de cuarto año en trabajo social en UTEP, esta encargada del grupo de apoyo dedicado a los hispanohablantes que se enfoca en temas que tratan directamente con la comunidad LGBT en la frontera.
Roxana, quien fue voluntaria para PFLAG por dos semestres antes de ser pasante, dice que la abogacía es lo que le llamó la atención. Le tocó estar involucrada en casos donde individuos transgéneros, una hombre-a-mujer y otro mujer-a-hombre, fueron discriminados por sus escuelas. A la niña transgénero de 5 años no la dejaban usar el baño de mujeres en la escuela, y al joven transgénero no lo dejaban caminar por el escenario durante su graduación con un traje. PFLAG se involucró en los dos casos. “Es lo que me gusta sobre esto”, dice Roxana. “Que luchan por la igualdad sin importar la situación, que tienes que tener derechos iguales, o se supone que tienes que tener derechos iguales, y eso a veces es difícil en esta comunidad”.