Por Rene Delgadillo Diseno Por Vanessa Guevara Fotographia Por Claudia Hernández y Grecia Sánchez
Ciudad Juárez no es un sinónimo de violencia y de crimen, esta es la ciudad en donde la gente planea sueños para lograrlos. Esta es la ciudad que desde hace años ha intentado ayudar a la juventud. Sin embargo, las noticias mundiales han hecho ver a la comunidad de esta ciudad fronteriza como una que sólo comete crímenes e injusticias.
Juárez es mucho más que eso, en esta ciudad hay gente que quiere ayudar a los jóvenes. En Juárez existen las ganas de crear una mejor ciudad.
A través del tercer museo más grande e interactivo de México, Juárez está demostrando su empeño por ayudar a toda una región.
Al entrar en el espacio interactivo La Rodadora, el museo se roba la atención de niños, jóvenes y adultos. Por medio de colores, exhibiciones y juegos, los juaren- ses pueden vivir un sueño hecho realidad.
La Rodadora cuenta con más de 120 exhibiciones en donde se ha combinado ciencia, tecnología, arte y cultura. En este museo, los visitantes pueden ser reporteros de noticias, profesionales que estudian y excavan los restos de animales prehistóricos como ma- muts y dinosaurios, o simplemente pueden aprender sobre la historia y riqueza de su ciudad.
Karen Álamo, directora general de La Rodadora, dice el museo puede lograr que niños y adultos se diviertan mientras aprenden sobre su ciudad, ya que este museo es diferente a todos los demás. “Nuestra herramienta principal es el juego, es decir, que lo hacemos a través de exhibiciones interactivas en donde los niños juegan y aprenden sobre su región”, Álamo comenta.
Este museo cuenta con una biblioteca, pantalla de cine en 3D, sets de televisión, una recreación de un supermercado, animales, fósiles, robots, juegos a base de luz solar, entre otras exhibiciones más.
Uno de sus objetivos es generar apego, identidad, orgullo, y per- tenencia por vivir en esta ciudad ya que, a través de un diagnóstico, se encontró que un porcentaje de la ciudad no se sentía orgullosa de vivir en la frontera. “Queremos que conozcan el lugar en donde viven, pero también queremos que aprendan vocaciones a temprana edad y que ellos puedan descubrir sus talentos y que puedan soñar con su futuro, y la herramienta que queremos dejarles es la educación”, Álamo comenta. “El museo es una plataforma para que los niños puedan tener contacto real con vocaciones que desconocen, por ejemplo, el cómo desear ser un biólogo si realmente no sabes que es la biología”.
Álamo dice el museo atiende a niños y jóvenes con discapacidades, pero gracias a una gran planeación, se ha podido atenderlos de la mejor manera. “Vienen niños con discapacidad motriz, síndrome de Down, con Asperger, pero eso no tiene por qué detenernos. Nuestros guías están capacitados para atender a todos”, Álamo explica. “Este museo es un espacio de inclusión, por eso es que el museo es de un solo piso, donde ellos pueden convivir con otros niños, para que se den cuenta que ellos no son diferentes”.
Muchos de los niños que visitan el museo vienen de comunidades con altos números de pobreza y crimen. Gracias a sus escuelas, ellos pueden visitar La Rodadora.
Es aquí donde jóvenes de universidad y preparatoria tienen una función importante para que el museo siga creciendo.
Los llamados Rodis (jóvenes universitarios) y Rodis Junior (adolescentes de preparatoria) son los guías del museo, y su función es hablarle a los niños y padres sobre las diferentes exhibiciones.
Ambos tipos de Rodis reciben una capacitación de 160 horas donde desarrollan habilidades como la expresión verbal y corporal. Además de esto, los jóvenes deben de aprender los diferentes temas sobre las exhibiciones que se presentan. “Al ser parte de otro grupo de jóvenes, el sentido de pertenencia se fortalece, aprenden sobre su comunidad y a como participar en ella. Estos jóvenes (los Rodis) se vuelven modelos de muchos niños y jóvenes”, Álamo explica.
A los Rodis se les prepara para atender a todo tipo de público, incluyendo a cualquier persona con alguna discapacidad. La meta es que cuando los jóvenes salgan, ellos estén preparados para conseguir esa carrera que tanto anhelan. “Ellos hacen sus prácticas profesionales, lo que el museo les brinda es toda la capacitación y una beca para sus gastos y transportación, al mes son como 1,500 pesos. En realidad no es mucho pero para nosotros si lo es, tenemos 200 y tantos jóvenes, pero lo hacemos para motivarlos y también para poder prepararlos para el futuro”, Álamo dice.
Stephanie Sánchez, quien lleva dos años trabajando en el museo como Rodi, trabaja con niños de comunidades vulnerables. Ella comenta el formar parte de este proyecto es algo que la llena de mucha felicidad ya que los niños aprenden valores como el respeto y amor. “Hay niños que algunas veces tienen que crecer muy rápido en su comunidad pero aquí pueden sacar ese niño interior que tienen”, Sánchez dice. “Los niños me han hecho valorar las pequeñas cosas de la vida y a disfrutar esos pequeños momentos que cualquier actividad te puede regalar”.
Ernesto Tavizon dice el trabajar como Rodi es una experiencia que le ha cambiado la vida y espera poder seguir ayudando. “Siempre estás ocupado e interactúas con niños diferentes, he aprendido que cada niño es diferente y único”, explica Tavizon. “Todo esto va a cambiar mi futuro porque a los 20 años sé como hablar ante un público grande. Creo que esta es una de las mejores maneras de aprender y ayudar a los demás”.
Una Cultura de Amor y Unión
Álamo comenta algunas veces son los mismos padres de familia quienes les roban la oportunidad a los niños de poder explorar en la educación. Ella comenta los padres necesitan cambiar su percepción hacia los museos, ya que es necesario crear ciudadanos más informados. “A veces hay una percepción de que los museos son aburridos y nosotros los adultos les quitamos la oportunidad a los niños de descubrir cosas nuevas”, Álamo explica.
Es por esto que los precios del museo sólo representan el 30 por ciento de los fondos, para así poder mantener el museo en buenas funciones. Álamo dice la entrada individual más costosa del museo es de sólo 79 pesos, lo que equivale a menos de cinco dólares estadounidenses. “Nos cuesta mucho invertir en educación y en cultura. Entonces subir el costo, representaría que menos gente pudiera venir, y es lo que menos queremos”, Álamo dice.
La Rodadora entendió que una parte de la comunidad no tiene los recursos para poder asistir al museo, por ello crearon un programa llamado Cultivando Sueños, en donde se le ha beneficiado a cerca de 100,000 niños de las zonas vulnerables de la región.
“Vamos por ellos en camión y los traemos al museo para que aprendan y se diviertan. A ellos se les escoge por polígonos de pobreza, violencia, o por altos índices de actos delictivos y muertes”, Álamo dice. “A los niños se les atiende con un programa para hablar del manejo de emociones, tolerancia, respeto, y cultura para la paz, con la intención de disminuir situaciones negativas en la vida de estos niños. Queremos que los niños vivan sin coraje y depresión”.
Juan Uribe, padre de familia, visitó La Rodadora en compañía de la escuela primaria Horizontes, la cual organizó una visita al museo para varios de sus alumnos. Durante su estancia en el museo, él expresó su alegría al poder ver a su hijo jugar y aprender. “Es un ambiente de mucho aprendizaje, tanto para niños como para uno. Necesitamos muchos más espacios como este, ya que esto es sano para ellos”, Uribe comenta. “Si hay violencia, pero en todos lados hay violencia, el asunto es sólo encontrar los lados adecuados para que los niños se diviertan”.
Sin embargo, Uribe dice es imposible poder interactuar con todas las exhibiciones ya que los niños se divierten tanto que duran bastante tiempo en los juegos, haciendo imposible alcanzar a ver todo lo que el museo ofrece. “El problema es que a veces el tiempo no alcanza para disfrutar todo lo que hay en La Rodadora, uno tiene que venir de dos a tres veces para que los niños puedan alcanzar a ver todos los juegos”, Uribe explica. “Y uno como adulto también quiere volver porque por cuidar a los niños, tampoco disfrutas lo que hay aquí”.
La Rodadora Celebrando la Vida
Cuando la ola de violencia paralizó a todo Juárez, nadie hablaba de la vida. Todos comentaban sobre la muerte y lo fácil que es perder la vida. En Juárez, los niños estaban perdiendo el significado de la palabra “vida”, pero La Rodadora la quiere resurgir.
“Queremos que el tema de la vida se reivindique porque se tomó tan a la ligera el sentido de la vida, no había una esperanza de vida en esta ciudad”, Álamo afirma. “Un día estabas vivo y al siguiente podías estar muerto. Lo que buscamos es que estos niños puedan celebrar el poder vivir en Juárez”.
La planta rodadora es muy especial ya que no es originaria del desierto chihuahuense como la mayoría los juarenses. La planta llegó al desierto por alguna razón, como muchos de los juarenses, y se quedó en Juárez a echar raíz como las familias de la ciudad.
Cuando la planta madura y se seca, se desprende del tallo. Cuando va girando, se desprende una semilla que da vida. “De esta planta se habla del desierto, de los juarenses y de la vida, y de todo esto habla el museo, porque el museo se trata del poder vivir y celebrar el poder vivir”, Álamo explica. “Lo que buscamos es que haya más embajadores de Juárez para que le cuenten al mundo que aquí hay vida”.
El Futuro del Museo y Retos que lo Acompañan
La Rodadora es un museo que seguirá creciendo e innovando. Álamo afirma los museos interactivos pueden volverse obsoletos. “Necesitamos mantenernos vigentes, tenemos que innovar y traer cosas que a los niños les guste como la robótica. Inclusive estamos trabajando en un programa para desarrollar las vocaciones del futuro ya que no queremos volvernos obsoletos”, ella dice.
Más de medio millón de personas han visitado el museo, pero para Álamo esto no es suficiente. “Nosotros queremos que en un mediano plazo, se puedan encontrar extensiones de La Rodadora en las comunidades para darle seguimiento a todos los niños”, Álamo explica. “Queremos que la comunidad de Juárez se vuelva consumidora de museos, nos gustaría expandirnos, pero tenemos que seguir mejorando nuestros esfuerzos y nuestro trabajo para así poder lograrlo”.
Al final, Álamo concluye los niños son el motor de cada trabajador del museo y que por ellos se seguirá adelante. “Cuando bajo de la oficina y los veo sonreír, sé que todo esto vale la pena, ellos son los que motivan este proyecto y vamos a hacer lo mejor para poderlos ayudar”, Álamo concluye.