Por: Adelmar Ramírez
Sentado al pie de una fogata, Daniel Ríos cuenta la historia de un doblador de voces que ha perdido su propia voz. Daniel mismo habla diferente, no con la velocidad acostumbrada de un paisa; no con ese apuro por quitarle las riendas a la historia que cuenta. Parece que ha venido desde Colombia para contar esta historia, con trasfondo de música salsa en la radio. Ha causado que su público suspenda el comer y beber, aunque confiesa que vino a El Paso para conocer qué había más allá de las montañas de Medellín, expandir sus horizontes y aprender más sobre su oficio. “El hecho de ser una ciudad de la cual no sabía nada y no conocía a nadie se hizo bastante atractiva”, él dice.
En 2012, a los 27 años, Daniel graduó de la maestría en escritura creativa de UTEP con el compendio de relatos: “Frases que se escriben en la nevera”, donde se incluyen, además de la historia del doblador de voces, un payaso triste que no puede dejar de sonreír, rinocerontes que comen galletas de soda y niños que le recortan los ojos a las fotos de sus vecinos.
Durante su estadía en UTEP, participó como editor de la revista Rio Grade Review, siendo ésta la semilla para la creación de la revista Coroto, la cual fundó acompañado de Daniel Centeno, Diego Bustos y Lourdes Cárdenas.
Ahora, Daniel dirige un proyecto en BorderSenses llamado “Memorias del Silencio”. Se trata de impartir talleres de creación literaria a inmigrantes trabajadores del campo que se encuentran cursando sus estudios de GED. Por medio de cuentos, poemas y ensayos refuerzan el pensamiento crítico y al final, los mejores textos son publicados en un libro que se edita anualmente.
Lo más gratificante del proyecto es, según comparte Daniel, que sus estudiantes son en su mayoría personas mayores que habían abandonado la escuela y ahora están retomando sus estudios, aunado al hecho de que frecuentemente se sorprenden ellos mismos al descubrir un talento que no sabían que tenían.
“Eso, sin duda, no tiene precio”, dice Daniel y sonríe como si los estuviera viendo. “Lo otro es verlos reaccionar cuando encuentran sus nombres en un libro y se los muestran a sus familias. Ahí es cuando todo adquiere sentido”.
Antes de comenzar la entrevista, Daniel contó que de niño, en año nuevo, solía perseguir por toda la ciudad globos aerostáticos caseros con un espejo, con la esperanza de atraerlos. “Memorias del Silencio” ha logrado impregnar estas ansias de alcanzar lo lejano, lo que parece inalcanzable para los inmigrantes y personas adultas, usando este otro tipo de espejos.